martes, 1 de octubre de 2013

DESASTRE NATURAL…MADRES, CORRUPCION TOTAL.

2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA 







Watch more video from the Top Picks channel on Frequency

<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<



_________________________________________________________________
En medio del desastre en el país, el gobierno peñanietista ha dejado aparentemente de lado la insultante campaña de medios, sobre la iniciativa desnacionalizadora. Enrique peña Nieto, es de por si el mayor desastre y lo será aún peor si concreta la reforma sobre nuestros energéticos (petróleo y electricidad). Lo anterior no significa que la intención haya quedado atrás, por el contrario está agazapada esperando precisamente que en estos momentos aciagos por los que atraviesa la población mas humilde y necesitada, le sirva como una cortina de humo para a asestar el golpe final a la nación mexicana.

Según la periodista Florence Toussaint, en su artículo “televisión, Publicidad Política”, las erogaciones del gobierno federal en publicidad política siguen al alza. Al cierre del año 2012 fueron de 6, 989 675.38 millones de pesos, según sus datos esto representa un incremento de poco más de 1000 millones respecto al 2011”. El año que corre aún no se contabiliza pero sólo habrá que imaginar a cuánto ascenderá el gasto después del derroche publicitario para vender el país a las trasnacionales petroleras, “caso emblemático es el de Pemex que erogó en promocionales la cantidad de 250, millones 891,920 pesos sólo el 2011 mientras que los gobernantes aseguraban que la paraestatal estaba en dificultades económicas. Todavía recordamos los onerosos anuncios sobre el tesoro escondido en el fondo del mar. Actualmente la situación se profundiza”.

La tragedia que viven quienes resultaron afectados por los fenómenos hidro-meteorológicos extremos, a quienes se ha pretendido engañar por parte de Enrique Peña Nieto, Osorio Chong y corifeos al decirles que fue un desastre natural y está claro que no es lo mismo; “desastre natural que natural desastre de los políticos; tras años de negocios y corrupción con la edificación de unidades habitacionales en humedales y tierras bajas, que fueron reclamadas por las lluvias torrenciales que cayeron desde el día 12 de septiembre de 2013.

Según datos publicados por Adrián Fernández Bremauntz en el Periodico Reforma del domingo 29 de septiembre de 2013, en su ensayo “El Factor Humano” señalo que el cambio climático traerá más fenómenos hidrometeorológicos extremos, y que se carece de políticas para enfrentarlos el Investigador es miembro de Latin American Regional Climate Initiative.

“Hoy se sabe con mucha certeza que hace unos 200 años, antes de la Revolución Industrial, la atmósfera de nuestro planeta tenía una concentración de bióxido de carbono (CO2) de alrededor de 285 partes por millón (ppm). En 1959, primer año de operación de la estación de monitoreo continuo de CO2 más antigua del mundo, se registró una concentración de 316 ppm y en este 2013 se ha alcanzado ya en algunas latitudes la emblemática y preocupante cifra de 400 ppm”.

Como consecuencia, la temperatura promedio de la atmósfera de nuestro planeta se ha incrementado ya en cerca de 1 grado centígrado. Con el incremento de la temperatura se propician condiciones mucho más favorables para la formación de tormentas tropicales y huracanes cada vez más intensos. Se estima que si continúan la deforestación y la quema de combustibles fósiles, antes del 2030 habremos rebasado las 450 ppm de concentraciones de CO2 y la temperatura promedio habrá aumentado probablemente más de 2 grados. De ahí en adelante los impactos del cambio climático serán de tal magnitud que atentarán más y más contra la posibilidad de mantener los sistemas productivos, económicos, sociales y ambientales como los conocemos hoy en día.

Cada vez que ocurre en México un desastre natural, que causa grandes impactos -como la tormenta tropical Manuel- surge la pregunta de hasta dónde pudieron haberse evitado estos daños.

En primer lugar, es importante separar la vulnerabilidad inducida o antropogénica de la "nueva" vulnerabilidad que podemos vincular con el cambio climático.


Desde hace décadas se vienen estableciendo colonias, poblados y ciudades enteras en zonas donde es ya sabido y demostrado que hay un alto riesgo de sufrir, tarde o temprano, impactos por algún desastre "natural". Por ejemplo, debido a una pobre planificación de los usos del suelo, por desconocimiento, por negligencia y/o por corrupción entre actores gubernamentales (locales y federales) y privados, se han establecido viviendas, hoteles, caminos y carreteras en zonas con alto riesgo de inundación, cauces de ríos, zonas limítrofes de lagunas y lagos, planicies costeras, laderas de montañas (especialmente aquellas que han sido deforestadas). Todos esos asentamientos e infraestructura nacieron vulnerables producto de la corrupción y la necesidad en que viven millones de mexicanos pobres. Estas circunstancias corresponden a una vulnerabilidad climática inducida o vulnerabilidad antropogénica. En estos casos, debe perseguirse a sus responsables como criminales y evitar la perpetuidad o reincidencia de este tipo de prácticas.

En México se habla cada vez más de la atención y respuesta ante desastres naturales. Pero, más allá de la retórica, la prevención se encuentra muy poco desarrollada. Existe una brecha entre el conocimiento teórico de las buenas prácticas de planeación territorial y de usos de suelo y lo que ocurre en la realidad. Baste ver como “el fenómeno natural de la corrupción” en la construcción de la autopista del sol, las unidades habitacionales Luis Donaldo Colosio en Acapulco Guerrero así como los millones de damnificados en las sierras tanto de Guerrero como del estado de Oaxaca.

El Fondo para la Prevención de Desastres Naturales parecería una buena iniciativa, pero no ha jugado hasta ahora el rol que el tema demanda. El Fondo Nacional de Infraestructura debería convertirse en el pilar de la prevención de desastres, incorporando criterios y salvaguardas ambientales y de vulnerabilidad climática que sean aplicados de forma estricta como condicionantes previos a autorizar el desembolso de cientos o miles de millones de pesos para la construcción de grandes obras de infraestructura. No más infraestructura con vulnerabilidad congénita financiada con dinero público.

Podemos argumentar que existe un número creciente de asentamientos humanos y obras planeadas y construidas con criterios y salvaguardas ambientales y de riesgos naturales. Sin embargo, debido al cambio climático, es probable que en un futuro mucha de esa infraestructura se torne en una trampa en donde mueren miles de ciudadanos.

Es impostergable un programa para: corregir inclinación de las pendientes de los taludes en carreteras, abrir nuevos espacios para la circulación de las avenidas de agua, reubicar poblados, reforzar torres de transmisión de energía... Todo ello antes del desastre y no después de él.

Cada dependencia del gobierno federal debe formular de inmediato un programa para identificar las oportunidades de adaptarse a los impactos del cambio climático.

Estados y municipios deben también completar los diagnósticos de los sitios y actividades más vulnerables para que dentro de sus planes de acción climática se empiecen a reflejar inversiones y políticas que enfrenten los impactos presentes y anticipen los que vendrán, para que los costos sociales y económicos del cambio climático sean mucho menores que en el escenario actual, en el que se sigue actuando con negligencia y omitiendo la mucha información ya disponible sobre el cambio climático que nos alcanzó

En medio de todo lo anterior y retomando el tema la disputa por entregar el país sigue vigente, habrá que leer lo que los portavoces  del neoliberalismo escriben a favor de las iniciativas privatizadoras, como muestra un botón.

El “HISTORIÓGRAFO CRIOLLO” que no cesa de repetir historias sobre lo que ocurre en escenas palaciegas, para después pretender convertirlas en lápidas en contra de una ideología que según la gente rica del país, es la causa de los problemas económicos de la nación, siendo que en realidad  son ellos quienes con sus intereses de camarilla quienes perjudican, lastran y destrozan a México, se han adueñado de los destinos de más de 100 millones de habitantes del territorio nacional, veamos lo que dice  Enrique Krauze, en su columna publicada el día 13 de septiembre, en el Periódico Reforma (dia que por cierto fue el de la entrada de los dos fenómenos hidrometeorológicos extremos, al país)  a la que responde John Mill Ackerman Rose, en su espacio editorial de la Revista Proceso.

Debate entre “El Historiador Criollito” Enrique Krauze y el académico John Mill Ackerman Rose e investigador mexicano, profesor de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. Quien es es columnista en el diario La Jornada y en la revista Proceso

 (1ra entrega), 29 de septiembre de 2013)


EL TRAUMA NACIONALISTA

Por:
Enrique Krauze
15 Sep. 13

La escena ocurrió en el departamento de Octavio Paz, durante la visita oficial de Jimmy Carter, en febrero de 1979. México vivía el delirio petrolero y López Portillo atravesaba el cenit de su presidencia imperial. Llegó eufórico y lenguaraz. "Vino hacia mí Carter -nos contó, reproduciendo con su puño y su quijada desafiante la epopeya que narraba- y en el momento en que le apreté la mano me dije: '¡a éste ya me lo chingué!'". Se burlaba del "pobre" Carter, que mientras "pedía perdón" a los mexicanos en el Congreso sufría "la venganza de Moctezuma". ¡Qué perdón ni qué ocho cuartos! Ahora, con la nueva e inagotable riqueza petrolera, "administrando la abundancia", México vengaría la afrenta de 1847 (que él, como descendiente de una vieja familia criolla, vivía con un resentimiento contemporáneo). Sirvieron las copas y propuso un brindis: "¡por la Reconquista!".

Conocemos el desenlace: el país se precipitó en una terrible crisis económica. El gobierno "se chingó" a sí mismo, y a los mexicanos. Los sueños de reconquista quedaron en vanas quimeras. La historia de ese desastre está en el libro de Gabriel Zaid: La economía presidencial, que recoge sus ensayos de la época, incluido uno de lectura obligada: "El presidente apostador". Había, en efecto, algo de gallero jalisciense en su afán de jugarse todas las divisas del país en el palenque petrolero, y perderlas. Y como "Jalisco nunca pierde, y si pierde arrebata", al llegar la del estribo no discurrió otra cosa que repetir el libreto nacionalista de 1938 y "nacionalizó" los bancos ... nacionales.

El nacionalismo ha sido una de las ideologías más poderosas y devastadoras desde el siglo XIX. En pocos países goza de la buena prensa que tiene en México. George Orwell -que detestaba el nacionalismo aún en la inocua variante del futbol- hizo la distinción entre patriotismo y nacionalismo: "Por patriotismo entiendo una devoción a un lugar particular o a una determinada forma de vida ... El nacionalismo, en cambio, es inseparable de la voluntad de poder". El nacionalista podía ser ofensivo o defensivo pero siempre ve "la vida en términos de victorias, derrotas, triunfos y humillaciones ...". Quien alimenta o padece esa visión exaltada y obsesiva de la historia -concluía Orwell- termina por desarrollar una "indiferencia a la realidad".

Es verdad que en el caso mexicano el nacionalismo tiene raíces profundas: la infame invasión de 1847 y la actitud, durante y después de la Revolución, de las compañías petroleras (amparadas por sus gobiernos), que se habían convertido en verdaderos "estados dentro del Estado". Con ese bagaje a cuestas, es natural que la expropiación de 1938 se haya vivido no sólo como una reivindicación económica sino como un resarcimiento de los agravios, una afirmación de dignidad mediante la cual se superaría el complejo de inferioridad que, apenas cuatro años antes, Samuel Ramos había identificado (en su libro El perfil del hombre y la cultura en México) como un componente central de nuestra cultura.

Por desgracia, el complejo no se superó. El sistema político priista alentó (en ceremonias, discursos, libros de texto) la persistencia de un nacionalismo defensivo y cerrado que se manifestó nuevamente en el revanchismo autolesivo de López Portillo. Y la misma actitud aparece ahora -en su variante defensiva- entre quienes siguen viendo el mundo de hoy (con sus realidades comerciales, con la emergencia de China y la India) como un campo bélico en el que nuestro único papel es resguardarnos del embate enemigo. Sólo una mentalidad así puede sostener que Pemex es "nuestro último motivo de orgullo".

La nacionalización petrolera debió ayudarnos a superar el trauma (para utilizar la terminología psicoanalítica propuesta por Ramos). Pero 75 años después seguimos fijos en el acto expropiatorio al que hemos dotado de una significación sagrada, como una epifanía en la que la Historia se consumó y se consumió, se reveló y se detuvo.

De prevalecer esa fijación nacionalista, ¿cuál sería la consecuencia? A corto plazo, sus partidarios celebrarían la derrota de la Reforma Energética como una segunda expropiación, pero las compañías petroleras seguirían tan tranquilas, perforando pozos en el resto del mundo que las acoge; y la opinión internacional volvería a pensar en México como un país extrañamente preso en los mitos de su historia, ajeno a la racionalidad económica, indiferente a las realidades del siglo XXI. A mediano plazo, podría precipitarse una crisis de inmensas proporciones causada por factores cuya probabilidad la oposición puede discutir pero no negar, entre ellos la imposibilidad (técnica, financiera) de Pemex de extraer cantidades significativas de petróleo de aguas profundas o la caída de la demanda mundial (vaticinada hace poco por The Economist). Si los yacimientos de energía se vuelven (como las orgullosas acereras de la URSS) monumentos arqueológicos a la irracionalidad, la oposición encarará una grave responsabilidad.

Supongamos que el patriotismo abierto y afirmativo se logra imponer (en las Cámaras legislativas y el ánimo popular) al nacionalismo cerrado y defensivo, y que la Reforma Energética se aprueba y produce los resultados anunciados. Las preguntas básicas quedan en el aire: ¿cómo asegurar que los contratos sean transparentes? ¿Cómo evitar posibles abusos? ¿Qué instancia los auditará? ¿Quién manejará los fondos que ingresen? ¿Cómo se va a impedir la corrupción, la ineficiencia y el despilfarro? ¿Cómo prever y evitar los daños a la ecología? Y sobre todo, ¿cómo garantizar que esa riqueza se invierta productivamente? ¿Cómo hacer que llegue a sus supuestos dueños, los mexicanos, sobre todo a los pobres? Es deber del gobierno y tarea de la oposición buscar la respuesta adecuada a esas preguntas.


"MODERNIDAD REVOLUCIONARIA"
Por
John Mill Ackerman Rose
29 de sep. 2013

Yerra Enrique Krauze al equiparar el nacionalismo revolucionario mexicano con un “trauma” y señalar que los opositores a la reforma energética de Enrique Peña Nieto desean un México “preso en los mitos de su historia, ajeno a la racionalidad económica [e] indiferente a las realidades del siglo XXI”. También se equivoca el historiador cuando critica la supuesta “imprudencia” de quienes “se amparan en un dogma nacionalista como si el reloj se hubiera detenido en 1938”.

Los calificativos de “imprudentes” y “traumados” describen mejor a quienes porfían en “mover a México” de regreso a un contexto de total desregulación económica, postración internacional y abuso de poder propios de la larga noche porfirista, no a quienes buscamos un futuro que valore y se enorgullezca de la historia mexicana plena de luchas sociales y conquistas populares de avanzada.

México destaca al nivel internacional como un país forjado desde abajo con una tradición larga y perdurable en pos de una verdadera modernidad igualitaria. Hoy son más relevantes que nunca las ideas presentes en “Los Sentimientos de la Nación” de José María Morelos y Pavón, el “Plan de Ayala” de Emiliano Zapata, el Decreto de Expropiación Petrolera de Lázaro Cárdenas, la Primera Declaración de la Selva Lacandona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y la lucha por la transparencia electoral de Andrés Manuel López Obrador, entre otras gestas sociales históricas. La abolición de condiciones laborales esclavizadoras, el repudio a la concentración de la riqueza nacional, la defensa de la soberanía nacional, la recuperación de la dignidad indígena y el combate del fraude electoral, son todas demandas modernas e impostergables.

En un contexto global de cada vez mayor desigualdad, belicismo imperial y protestas sociales, urge avanzar en la construcción de nuevas utopías que puedan dar sentido y dirección a las luchas ciudadanas del siglo XXI. Afortunadamente, para abonar en este sentido los mexicanos no necesitamos ni de rebuscadas teorías ni de autores extranjeros, ya que basta y sobra con los visionarios principios e ideales de nuestra propia Constitución. Urge desterrar el criollismo y malinchismo intelectual que tanto daño ha hecho al país.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) de 1917 fue la primera en el mundo en codificar la obligación del Estado de tutelar derechos sociales básicos como la educación, la tierra, el trabajo y la salud. Debido al ejemplo y la valentía del ala agrarista de la Revolución, el Congreso Constituyente logró revertir el proyecto conservador originalmente presentado por el “Primer Jefe” Venustiano Carranza.

Gracias a esta victoria popular, la constitución llegó a ser uno de los documentos jurídicos más avanzados de su tiempo. Y hoy, ante el embate empresarial global en contra de los vestigios del estado de bienestar y del socialismo realmente existente, esta misma constitución vuelve a emerger como un estandarte estratégico en la lucha internacional por defender los derechos del pueblo de la voracidad de la plutocracia transnacional y la oligarquía nacional.

El artículo 4 de la CPEUM hoy señala que “toda persona” cuenta con derecho a una “alimentación nutritiva, suficiente y de calidad”, a “un medio ambiente sano”, a “la protección de la salud”, y al “agua en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible”. El mismo artículo también indica que “toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa”.

El artículo 123 dice que “toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil”. El artículo 3 señala que la educación pública será “democrática” y “nacional” y que “luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. Y el artículo 6 indica que “toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión”.

El artículo 27 constituye el alma de la arquitectura constitucional. Desde su primera frase rechaza la idea liberal de la naturaleza originaria de la propiedad privada: “La propiedad de las tierras y aguas…corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada”.

Esta visión profundamente democrática y popular permea todo el texto del artículo 27. Allí se le dota a la Nación de la facultad de expropiar cuando exista alguna “causa de utilidad pública” así como de “imponer a la propiedad privada en todo tiempo las modalidades que dicte el interés público”. También se mandata la “distribución equitativa de la riqueza pública” y se incluyen limitaciones específicas sobre la acumulación de la propiedad. Con respecto a los recursos naturales, la nación desde luego cuenta con el dominio “directo”, “inalienable” e “imprescriptible” de todos los recursos naturales y, en particular, “el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos”.

El Estado mexicano entonces cuenta con la obligación de garantizar a absolutamente todos los ciudadanos, y en condiciones igualitarias, el acceso a techo, tierra, trabajo, salud, alimentación, agua, cultura, medio ambiente y educación. El nuevo proyecto revolucionario del siglo XXI ya está escrito. Solamente falta que el pueblo se lo exija a sus autoridades.

Es cierto que, de acuerdo con la perspectiva estadounidense, todo “nacionalismo” extranjero sería negativo. Es lógico que al imperio le desagraden los obstáculos a su permanente expansión. Pero el nacionalismo México no solamente es necesario para defenderse de la voracidad del poderoso vecino del norte, sino que es también un nacionalismo profundamente incluyente, democrático y popular, como acertadamente lo entendía Daniel Cosío Villegas. Si se insiste en recurrir a autores extranjeros, sería Benedict Anderson, no George Orwell, cuya obra permitiría el correcto entendimiento del excepcional nacionalismo mexicano.

No es un supuesto “complejo de inferioridad”, como señala Krauze, lo que detiene a México, sino el malinchismo y elitismo de los intelectuales orgánicos del régimen que insisten en buscar fuera las soluciones a los grandes problemas nacionales. Sería un acto de suicidio nacional cifrar nuestras esperanzas en Halliburton y Exxon-Mobil para sacar al país de su naufragio. El camino a la renovación nacional no se encuentra en la consolidación del trasnochado proyecto neoliberal sino en la articulación de un nuevo movimiento nacional de maestros, jóvenes, mujeres, profesionistas, campesinos y trabajadores en defensa del patrimonio nacional y a favor de la justicia social dentro del marco de un renovado nacionalismo revolucionario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te agradecemos la oportunidad de saber de tu persona pero sobretodo de tu opinión, que para nosotros es importante. Unicamente pedimos que el anonimato nunca se albergue en este espacio