lunes, 3 de febrero de 2014

LA CONSTITUCION DE 1917; CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA O LA VENGANZA DE LOS CRIOLLOS

¿La clase política y la burguesía nativa, son como son por el neoliberalismo?

Toca turno en el marco de las efemérides "nacionales" del calendario cívico nacional, al 5 de febrero, fecha de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en 1917; Documento este, que supone nos rige en la actualidad. El equipo de Temas Lemas y Dilemas (TLD), afirma junto con miles de voces del pueblo de México, de académicos, intelectuales identificados con el concepto de estado nación, poetas y líderes de opinión, que  la que quedo después de un embate de mas de 32 años, ya nada tiene que ver, con aquel documento del 5 de febrero de 1917. Constitución que se definió por su enorme contenido social, alcanzado con la promulgación entre otros artículos por; 3º, 25, 27, 28 123, etc.. 

Después de varios intentos para tener una constitución -1824,1836,1843 y 1857- Millones de mexicanos nos preguntamos día a día, si la situación que padecemos es nueva y producto del neoliberalismo amparado en los dogmas derivados de; ¿El Consenso de Washington?, ¿la desrregulación de la era Tatcher-Regan?, ¿el TLC y su actual versión militarizada ASPAN?, o ¿simplemente es el ADN heredado, a la inepta y corrupta clase política actual, de aquel que privó en los españoles y su mutación degenerada, los criollos, durante el domino español de 300 años?.

Las castas gobernantes de México, herederas entonces de aquellos criollos que lanzaron a ultramar a sus primos los españoles, para hacerse del país, sin entender desde aquel momento; que un país sin identidad y sin cohesión, es presa fácil para el concierto de los países dominantes o hegemónicos. 

Pero a los "criollitos don nadie" que se encuentran en la actualidad en el congreso de la unión, la historia que desconocen los alcanza inexorablemente, ya que la traición y el desprecio por la nación mestiza surgida de 300 años de dominación española, hoy con el conjunto de modificaciones contrarrevolucionarias a La Constitución de 1917; nos regresa a 1808. 

Los "Manlios, los Gamboas, los Villarreal y sus lacayos los Chuchos"; todos estos, no han sabido mantener y construir un país, una patria, una nación soberana.  Han entregado la nación mexicana a los imperios dominantes, mediante las reformas a la Constitución de 1917.

El concepto de "Estado nación" se crea, históricamente, mediante el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los 30 años en 1648. Este supuso haber acabado con el antiguo orden feudal dando paso a la organización territorial con poblaciones definidas, en torno a un gobierno que se sustenta básicamente en el reconocimiento de sus limites de espacio y por ello, de poder. Es precisamente este conjunto de preceptos que han sido vulnerados, nuestros limites ya no son de exclusividad nacional cuando se habla de petróleo, electricidad o de playas; el poder se perdió frente a los trust del crimen financiero, el energético al igual en una palabra no existe fuerza para someter a los poderes fácticos ya sean nativos o foráneos. 

Pero todo lo que sucede en la actualidad tiene sus orígenes en el pasado, desde la búsqueda de nuestra independencia, desde los orígenes mismos de la creación de; México.



LA VENGANZA DE LOS CRIOLLOS

En el ocaso del imperio Español, existieron detalles  desconocidos para millones de latinoamericanos y obvio para los mexicanos, esto nos hace pensar, en primera instancia que ahí esta el huevo de la serpiente del entregismo y corrupción de la clse política en en México. 

Los detalles que consideramos será bueno saber; conocer el desmoronamiento de Carlos IV y su caída el 19 de marzo de 1808, como producto de la traición de Fernando VII, su hijo, en confabulación maquiavélica e intrigas palaciegas entre las que se encuentra el querer emparentar con un familiar  de Bonaparte, que desembocaría en la Conjura del Escorial y el Motín de Aranjuez.

Mientras todo eso ocurría en España, en la Nueva, las cosa no eran mejor. 

Francisco Primo de Verdad, al saber sobre la invasión de España por las tropas francesas de Napoleon Bonaparte, y el cautiverio de la familia real, propuso junto con el regidor Juan Francisco Azcárate y el Abad de Guadalupe José Neye de Cisneros, que el Virrey José de Iturrigaray, convocara a todos los Ayuntamientos de la Nueva España a juntas en las que setratase el echo de formar un gobierno provisional apoyado en el pueblo. El argumento de Primo de Verdad, la falta de monarca hacia que la soberanía había vuelto al pueblo. Claro esta dando el reconocimiento a Fernando VII y a toda la ralea de los Borbones.

La aventura concluyo el 15 de septiembre de 1808, cuando se da el alzamiento del español Gabriel de Yermo, encarcelo a los conjurados y nombrando como nuevo Virrey a Pedro de Garibay. Para el 4 de octubre los españoles daban muerte el Lic. Primo de Verdad.

La Revolución iniciada la noche del 15 de septiembre de 1810 por Miguel Hidalgo y Costilla buscó la reivindicación de las clases sociales, con los ideales liberales de libertad e igualdad. Esta concluye en 1821 con la firma del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, el primero fuente del partido federalista y el segundo del conservador.

La instauración del Primer Imperio Mexicano con Agustín de Iturbide deja claro el triunfo conservador, que después de once años, este movimiento logra finalmente la independencia económica, ahora los privilegios y el poder lo detentan los criollos. Quienes tendrían el acceso a los puestos de principal jerarquía en la nueva nación.

Ya no les importaba más la reivindicación de las demás clases sociales oprimidas. Un claro ejemplo de esto es cuando años más tarde, en 1824 en la Constitución de la primera República Federal, se dejan fuera las acciones para integrar a los grupos indígenas a la ciudadanía y se decide dejar ese trabajo al tiempo. Han pasado a la fecha 190 años, y esos grupos de ciudadanos aún carecen de los más elementales beneficios que por derecho les corresponden.

La revolución de independencia continuó durante 55 años por el poder; en los que liberales y conservadores alternándose en el gobierno centraron más su interés en poseerlo, que en estimular el crecimiento y desarrollo económico de la nueva nación. 

Una historia de 55 años en los que la participación de las logias masónicas fue determinante en la vida política del país, escuelas de los primeros partidos políticos, la Yorkina con aquellos interesados en la instauración de una República Federal, identificados con los intereses de EEUU; y la Escocesa con los que propugnaban por una República Centralista e identificados con Europa, ambas corrientes hicieron pagar el precio de esos apoyos a todo el país, con guerras e invasiones que dejaron ver los intereses intervencionistas y de mercado de las potencias extranjeras.


Las clases sociales después de 1821, se pueden agrupar en empresarial, eclesiástica, oficialista, popular y la pequeña burguesía intelectual1. La empresarial estaba constituida por comerciantes, industriales, mineros y grandes hacendados. La clase eclesiástica tuvo algunos cambios, por el predominio criollo y la radicalización de ideas entre algunos de sus miembros. La clase oficialista estaba formada por oficiales del ejército y por la burocracia. La república iba a tener el ideal liberal de lograr un ejército profesional pequeño, respaldado por la gran milicia. Los sueldos que recibían situaban a los miembros del ejército en diferentes clases de la sociedad mexicana. Cada partido que tenía el poder quería tener el apoyo del ejército.

La burguesía intelectual exigía una verdadera transformación social, era la clase comprometida con el ideario de justicia inicial de la Guerra de Independencia y que en este periodo esta fuertemente centrada en abolir la esclavitud, suprimir fueros y privilegios de la Iglesia y el ejército, establecer las libertades individuales y un congreso representativo del pueblo.

La clase popular estaba constituida por todos los que no formaban parte de las clases mencionadas es decir, la mayor parte de la población: rancheros, indios, peones, trabajadores de las minas, obreros, sirvientes, vendedores ambulantes, dulceros, voceadores de periódicos, eloteros, lecheros, aguadores, etc. Esta clase representaba las verdaderas condiciones del pueblo mexicano. Humboldt

El país, como las clases sociales era de contrastes. Había suntuosos palacios, sus almacenes ostentaban artículos de lujo: sedas, encajes, vinos, alhajas pero las calles tenían un empedrado que apenas permitió rodar a los soberbios carruajes y estaban llenas de inmundicias que despedían un olor irrespirable.

Las distracciones más populares eran el juego de pelota, las peleas de gallos a las que era tan afecto SantaAnna y sobre todo las corridas de toros. Entre toda aquella gente tan heterogénea había un poco de todo, ricos y pobres, cultos e ignorantes, progresistas y tradicionalistas, racionales y supersticiosos.

Hubo dos repúblicas federales, producto de Constituciones como la de 1824 y la de 1857, ésta última muy avanzada en su momento, en la que se establecen los derechos del hombre, sus garantías individuales y ascienden a rango constitucional las leyes de reforma promulgadas hasta entonces, dirigidas principalmente a eliminar los fueros eclesiásticos y militares. Sin embargo la inconsistencia política manifiesta en ese periodo produjo también repúblicas centralistas con marcos legales arbitrarios como Las Siete Leyes Constitucionales (1836) y las Bases de OrganizaciónPolítica de la Nación (1843), sustento de las dos dictaduras de AntonioLópez de Santa Anna, considerado en su momento como el único político capaz de hacer frente a las crisis económica, política, social y presiones extranjeras que asolaban al país; un líder político que tan bien estaba y gobernaba bajo leyes conservadoras como bajo leyes federalistas. En esa guerra fratricida va a haber 45 periodos presidenciales, definitivos e interinos; el número de pronunciamientos se acerca a la centena.

La falta de un proyecto de unidad nacional hizo del país presa fácil de invasiones extranjeras por parte de Francia y Estados Unidos, el precio fue el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano con Maximiliano de Habsburgo, resultado de la guerra contra Francia y la pérdida de una gran parte del territorio nacional al final del conflicto con los EEUU. La constante amenaza de invasión, la crisis económica y los disturbios sociales son parte de la vida cotidiana de México hasta la llegada del Porfiriato.


El texto completo se puede ver en la dirección http://www.fca.unam.mx/docs/ensayos_bicentenario/entorno_social.pdf

FEDERALISMO O CENTRALISMO = ESPAÑOLES Vs CRIOLLOS EN PUGNA 


Los actuales criollitos, tienen su génesis de desarrollo político en este ámbito y hoy los ritos de entrega son los mismos, ya sea entregando la banca y la generación de electricidad a los españoles, el petróleo y la economía a los norteamericanos en fin que los liberales de la República restaurada de Juarez, son ahora los neoliberales del PRI en amaciato abierto con los tradicionales conservadores de las cavernas del PANISMO a y claro los chuchos del PRD son los mestizos que renegando de la realidad han tomado partido con las causas de ambos en el PRIAN.

El movimiento revolucionario de 1810, había sido incubado por el odio interracial: entre españoles, criollos y ambos en contra del mestizaje. Esta situación traería en un primer momento que la independencia del país fuese inhibida de forma inmediata a los sucesos ocurridos en España en 1807, pero esta disputa entre españoles y criollos tendría uno de sus muchos antecedentes. La corona española de la testa de los Borbones había aumentado mucho los impuestos, lo anterior debido a las guerras en las que se había embarcado la corona española.

Según comenta Luis Villoro, en La Revolución de Independencia en la obra Historia General de México (COLMEX). "Las reformas administrativas introducidas a partir de 1786, por la Corona Española, con el establecimiento del aparato de intendencias, tendientes a reforzar y controlar mejor el sistema impositivo", así se explica en buena medida el conflicto entre españoles y criollos, ya que "con el establecimiento del aparato de intendencias, cuya función fue; reforzar y controlar mejor el sistema impositivo. Ya que los impuestos pesaban sobre todo en el sector con menor capacidad de acumulación de capital: hacendados, clero y la incipiente industria manufacturera. La reforma hacendaría reporto enormes dividendos a la Corona, cerca de diez millones de pesos se llegaron a embarcar anualmente a España por dicho concepto. A principios del siglo XIX, la Nueva España suministraba a la metrópoli las tres cuartas partes del total de sus ingresos de las colonias. La explotación colonial había llegado al máximo.

Uno de los grupos que más sufrió de esta sangría fue la iglesia y, con ella los hacendados e industriales que dependían de su crédito". 





Origen de el por que 5 de febrero para las Constituciones de 1857, como de 1917. Según ...




Diego Valadés / ¿Por qué el 5 de febrero?
Diego Valadés
A José Emilio Pacheco, una luz inextinguible.

El miércoles 31 de enero de 1917 se llevó a cabo la última sesión del Constituyente reunido en Querétaro. Dirigiéndose a Venustiano Carranza, el presidente del Congreso dijo: "Ciudadano Primer Jefe: me es muy satisfactorio haceros entrega en estos momentos de la nueva Constitución de 1857, reformada en esta ciudad...".

Días después, el 5 de febrero, la Constitución fue promulgada. Hay quienes se preguntan por qué se escogió esa fecha. El asunto no es una mera anécdota. Repárese en la expresión del presidente del Congreso al referirse a "la nueva Constitución de 1857". Era una declaración ambigua porque al tiempo que aludía a una nueva Constitución, continuaba identificándola como la de 1857.

El encabezado del decreto publicado el 5 de febrero de 1917 dice: "El Congreso Constituyente... ha tenido a bien expedir la siguiente Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la de 5 de febrero de 1857". Como dato significativo, no se interrumpió el orden de las legislaturas iniciado a partir de ese año, por lo que la primera fue la de 1857-1861, la que se instaló el 1o. de mayo de 1917, conforme a la norma queretana, fue la XXVII y hoy sesiona la LXII.

La convocatoria emitida por Carranza indicaba que el Constituyente debía cumplir con su cometido "en un periodo de tiempo que no excederá de dos meses". En tanto que quedó instalado el 1o. de diciembre de 1916, tenía que concluir como más tarde el 31 de enero siguiente.

El momento para publicar la Constitución fue discutido el 24 de enero, y ahí se sugirió que se hiciera el 5 de febrero, para "no romper la tradición histórica" y porque "hemos dicho ya que este Congreso Constituyente en realidad no ha venido a hacer otra cosa sino a reformar la Constitución de 57". El asunto de la fecha nos remite, por ende, al siglo XIX.

Se ha querido hacer creer que la promulgación el 5 de febrero de 1857 tuvo un sentido religioso, relacionado con la festividad de san Felipe de Jesús; esto es inexacto. La convocatoria para el Constituyente fue expedida el 17 de octubre de 1855 y en ella se determinaba que sus funciones durarían un año a partir de la fecha de su instalación. Después del proceso electoral el Congreso inició sus labores el 17 de febrero de 1856 y se disolvió exactamente un año después, cuando ya había sido promulgada la Constitución.

Las razones para hacerlo el 5 de febrero fueron de carácter político, no religioso. En la sesión del 14 de noviembre de 1856 el diputado Melchor Ocampo recordó que el plazo para terminar las sesiones vencía el 17 de febrero siguiente, y que el atraso en las deliberaciones exigía apresurar el ritmo y trabajar incluso los sábados. La propuesta fue aceptada. El 28 de enero, acercándose el final de las labores, el también diputado liberal José María Mata planteó que el Congreso se declarara en sesión permanente.

El país estaba en ebullición. El diputado Isidoro Olvera expuso la situación del país: "la reacción cunde en la Sierra [de Puebla], [Tomás] Mejía sigue propagando la guerra civil, [José María] Blancarte acaba de aparecer en Tepic. En tales momentos nada más digno del Congreso que apresurarse a dar al pueblo una bandera en cuyo torno se agrupen los ciudadanos para defender la libertad a la hora del conflicto. Esa bandera no puede ser más que la Constitución".

Mata añadía que "los reaccionarios" hacían correr la voz de que "el presidente de la república (Ignacio Comonfort) es el primer conspirador contra la Constitución". La experiencia mostró que estaban en lo cierto y que el apremio para concluir su obra era justificado. Como se aprecia, nada tuvo que ver la supuesta coincidencia con el santoral católico.

Gracias a la moción de Mata se aceleraron los trabajos del Congreso. El 31 de enero se leyó la minuta de la Constitución y en la sesión del 3 de febrero quedó aprobada, fijándose el jueves 5 para llevar a cabo la firma y el juramento. Ese par de días se debió a cuestiones protocolarias.

Los constituyentes de Querétaro decidieron honrar la fecha en que nació el constitucionalismo liberal mexicano. La festividad cambió en 2006 porque los imperativos del mercado y del fomento turístico prevalecieron sobre las razones cívicas. La Ley del Trabajo dispone que se descanse el primer lunes de febrero, aunque no coincida con el momento histórico del acontecimiento. Espero que se rectifique y que el 5 vuelva a ser el día de la Constitución.

@dvalades





Lo que queda de la Constitución
Por Diego Valadés

Conforme pasa el tiempo la estima por la Constitución sigue a la baja. De haber sido una norma respetada por su significado social e histórico, hoy presenta un aspecto desordenado y asistemático cuya multiplicidad de estilos va de la elegante prosa de Jaime Torres Bodet en el artículo 3o., a la jerga tecno burocrática de muchas otras adiciones.

En los 97 años de su vigencia, la Constitución ha sido objeto de 216 decretos reformadores. El sexenio más parco fue el de Adolfo Ruiz Cortines: uno solo, para otorgar a las mujeres el derecho a votar. El mayor número corresponde al gobierno de Felipe Calderón: 35 decretos. Hasta ahora su más cercano "competidor" es Vicente Fox, con 18, al que sigue Luis Echeverría, con 14. Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz publicaron 7 cada uno. El gobierno actual ya cuenta con 11.

Durante las seis primeras décadas de la Constitución la técnica seguida para su reforma se ajustó a un modelo de concisión. Este estándar comenzó a variar conforme el sistema político se fue haciendo plural. En el periodo de la hegemonía nada se negociaba; fue a partir de 1977 cuando las fuerzas políticas exigieron la inclusión de detalles que las pusieran a resguardo de lecturas desventajosas. Esta tendencia se acentuó por la desconfianza en ascenso y tanto los gobernantes como sus opositores impusieron reglas cada vez más minuciosas. El resultado fue que para construir la democracia electoral se minó la democracia institucional, pues la abundancia de pormenores reduce los márgenes interpretativos de la jurisprudencia y la labor adaptativa de la legislación ordinaria.

La Constitución se ha transformado en un contrato entre los agentes políticos, lleno de particularidades circunstanciales. Al cabo de numerosas adiciones redactadas con ese estilo se ha desembocado en un articulado farragoso, ajeno a las funciones de una norma suprema. Se procuró que cada acuerdo entre los partidos perdurara como norma sin advertir la paradoja de volver efímera a la Constitución. Para hacerse una idea de lo que esto significa hay que tener presente que a los revolucionarios de Querétaro les bastaron 22 mil palabras para innovar el constitucionalismo contemporáneo, mientras que las modificaciones aprobadas el año pasado contuvieron 13 mil, sin contar sus abundantes transitorios. Hoy la Constitución se acerca a las 64 mil palabras; la desproporción es evidente.

Veamos otro ángulo: ¿qué subsiste de 1917? De los 136 artículos constitucionales, 29 siguen intocados. En su mayoría se trata de disposiciones secundarias, como la prohibición de títulos nobiliarios, obvia en una República; la extensión de Nayarit, innecesaria en una Constitución, o la obligación de publicar las leyes federales en los
Estados, inútil desde hace tiempo. Otras, las menos, son relevantes y una es central: el artículo 39, según el cual la soberanía "reside esencial y originariamente en el pueblo [el que] tiene en todo tiempo el derecho inalienable de alterar o modificar su forma de gobierno".

Esos 29 artículos no modificados equivalen al 21% de los preceptos, pero su número de palabras, 1,687, corresponde a sólo el 2.4% del texto actual de la Constitución. Esto es lo que permanece de 1917, además de otras cuantas líneas en medio del palabrerío adicionado.

Aplaudo que se actualice la Constitución aunque no la forma de hacerlo. El artículo 57 tiene 6 vocablos desde hace casi un siglo, mientras que el 122 comenzó con 51 palabras y ahora alcanza las 3,162. Después de los cambios recientes el precepto de mayor longitud es el 27: 3,537 palabras. Sumadas estas dos disposiciones se acercan a la extensión de la Constitución de Estados Unidos y de todas sus enmiendas en más de dos centurias.

De la admirada obra queretana apenas quedan sus vestigios. Como Constitución histórica, ya no existe; como norma sistemática, tampoco. Mal redactada y peor estructurada, no es siquiera un modelo democrático. De 1917 se mantiene lo más objetable: el poder presidencial muy concentrado, propuesto por Venustiano Carranza como una medida temporal para permitir que se formara una nueva clase política, se organizaran los partidos y se institucionalizara la lucha electoral. Estos objetivos ya se alcanzaron pero la vieja decisión subsiste, ahora como arcaísmo. Lo provisional es de lo poco que se volvió perenne.

No hace falta preguntar hacia dónde vamos, porque ya hemos llegado: ningún Estado puede ser mejor que la Constitución que lo rige.


@dvalades




                 


La revolución conservadora

Jorge Volpi
16 Feb. 14

Entre noviembre de 1989 y diciembre de 1991, un parpadeo en términos históricos, el bloque comunista que durante casi medio siglo amagó a las naciones capitalistas se desmadejó por completo, acabando con el mayor experimento de planificación social de la historia moderna. Si bien aquel brutal e insólito hundimiento se debió preponderantemente a causas intestinas -se trató más una implosión que de una derrota-, los conservadores encabezados por Reagan y Thatcher se arrogaron la victoria, como si ellos hubiesen sido los responsables de la eclosión.

Valiéndose de esta engañosa legitimidad, sus seguidores no dudaron en copiar los métodos de sus enemigos y, aferrados a una ideología tan inamovible como la que habían combatido, emprendieron una revolución destinada a liquidar no ya los últimos resquicios de autoritarismo que quedaban en el orbe -tarea a fin de cuentas secundaria- como a despedazar las conquistas que, a lo largo de la Guerra Fría, la izquierda democrática había conseguido en su propio campo. Destruido el rival que se jactó de ofrecer una sociedad sin clases, los conservadores -irónicamente llamados neoliberales- se consagraron a expulsar de la agenda pública la igualdad y la solidaridad que se habían convertido en pilares del estado de bienestar.

No sería hasta la gran recesión de 2008 que los resultados de esta apuesta quedarían a la vista. La ortodoxia económica decretada por los conservadores que consiguió la desregulación de los flujos de capitales, la liberalización del comercio y una severa regulación del mercado laboral internacional, sumada a los nuevos instrumentos financieros complejos y a las directrices de la tecnología más moderna, generó una de las mayores catástrofes de los últimos tiempos, en la cual millones perdieron sus empleos o sus viviendas y vieron descender su nivel de vida a rangos de la posguerra, al tiempo que unos cuantos ejecutivos y políticos se enriquecían sin medida.

A partir de este escenario plagado de engaños, falsas interpretaciones y lugares comunes, el escritor español José María Ridao ha trazado uno de los retratos más lúcidos -y desoladores- de nuestra época. En La estrategia del malestar (2014), Ridao no cesa en su empeño de desvelar los resortes que movieron a políticos e intelectuales a lo largo de estos años turbulentos, exponiendo su hipocresía o su torpeza y exhibiendo los sofismas -o las mentiras- con que enmascararon sus intereses. Del fin del bloque soviético a los atentados a las Torres Gemelas y de las guerras de Afganistán e Irak a la caída de Lehman Brothers, Ridao enhebra reflexiones con anécdotas específicas -una joya: la olvidada burbuja económica albanesa de 1997 que tanto preludia a la reciente crisis global- para desmontar las consignas disfrazadas de argumentos y las visiones sesgadas que se fundan más en esa ideología que se quiso presentar como liquidada que en los hechos.

En La estrategia del malestar, Ridao muestra cómo los conservadores se adueñaron perversamente del término liberalismo en su estrategia de disminuir a toda costa el poder del Estado, al tiempo que publicitaron la idea de que la izquierda se hallaba sumida en una profunda crisis -hasta que la propia izquierda terminó por creerlo. Por ello, Ridao afirma que "la izquierda democrática no debía estar al asalto político de ninguna fortaleza, sino defendiendo esa fortaleza del asalto político de los conservadores". Por fortuna, Ridao no se conforma con denunciar las trampas de los conservadores -y los liberales que apoyaron su cruzada-, sino que señala las incongruencias de todo el espectro político, desde los socialistas que, amagados por la derecha, se sumaron a la agenda económica neoliberal, hasta los partidos de centroderecha que, hostigados por los nuevos populismos, abrazaron sus odiosas causas.

Al término de La estrategia del malestar, uno no puede terminar más descorazonado al constatar que una época que se abrió en 1991 como idónea para extender como nunca los valores de la Ilustración -la libertad y la igualdad-, terminase sepultada en medio de guerras injustas (Irak), justificaciones de la tortura (el waterboarding), limbos jurídicos (Guantánamo), recorte de derechos (para los extranjeros), nacionalismos ramplones, servicios sociales destruidos (por ejemplo en España o Grecia), dobles raseros (uno para los aliados, otro para los demás) que dieron lugar, en fin, a sociedades marcadas por la injusticia y la falta de solidaridad.


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