TEMAS LEMAS Y DILEMAS
“Los movimientos juveniles que se expresaron este año
requieren de una lectura alejada de la superficialidad”
Pedro José Peñaloza
Profesor de criminología de la UNAM.
Autor del libro:
"La juventud mexicana:
una radiografía de su incertidumbre".
Entre el asalto al cielo y la prisión
“Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”.
Jean Paul Sartre
La oleada de movimientos juveniles y estudiantiles de este año han mostrado la riqueza e imaginación, en sus demandas políticas, sociales y culturales, de una generación que ha confluido con sus propios equipajes organizativos.
La aparición y recreación del movimiento #YoSoy132 expresaron el estallido de múltiples demandas que se venían coagulando en diversos segmentos educativos. Es incorrecto decir que los miles de jóvenes que tomaron las calles y construyeron propuestas de distinta naturaleza fueron instrumentos de partidos o grupos de interés ajenos al movimiento. Repetir estos "análisis" no aporta elementos multidimensionales para comprender los alcances de los sentimientos y aspiraciones de las juventudes que decidieron organizarse por objetivos con los cuales se sentían identificados.
Pero además, insistir en que hay fuerzas políticas que "manipulan a los muchachos" es la vieja lógica que busca evadir las explicaciones multifactoriales que son resortes para realizar acciones callejeras y propuestas de rebeldía. Aún hay sociólogos de la superficialidad que difunden estas versiones. En el 68 y en movimientos subsecuentes expandieron estas supercherías.
Tampoco, en el otro extremo, se pueden realizar investigaciones sociales con variables "puristas", que sólo fomentan el aislacionismo y el apartidismo. Por supuesto que los partidos buscan influir en el curso de los movimientos, lo cual es natural y justificable; pero de ahí a presentar a los estudiantes y jóvenes como simples entes manipulables y acríticos existe una abismal e inaceptable diferencia.
Por supuesto que hubo un bloque de provocadores que actuó en sentido distinto a los objetivos planteados por las organizaciones sociales convocantes plenamente identificadas y con actividades públicas. Ahora, la tarea central es disociar los dos sucesos y a sus protagonistas, puesto que se están aprovechando de los actos injustificables y destructivos para criminalizar y desprestigiar a quienes enarbolan demandas específicas y absolutamente coherentes.
La libertad de la mayoría de los detenidos pretendidamente vinculados a esas confrontaciones violentas corrobora dos cosas: en primer lugar, la ineficacia de las fuerzas policiales para actuar profesional y eficazmente y, en segundo lugar, la impunidad con la que actuaron quienes causaron los desmanes y no fueron detenidos; así se muestra que en un mismo día hubo dos motivaciones distintas para expresarse públicamente. El movimiento #YoSoy132, con toda su desorganización, ratificó su carácter no violento y su intención de seguir promoviendo un pliego de demandas multiinstitucionales y transdisciplinarias.
Sin embargo, los efectos que han provocado estos sucesos siguen latentes. La alarma social como método para atemorizar a la comunidad y deslegitimar movimientos está teniendo efectos y pueden dispararse para instrumentar paradigmas de "mano dura" y de restricción de libertades.
La lectura de la presencia de los movimientos juveniles y educativos que se expresaron este año requiere de un tratamiento alejado de la superficialidad y de la mentalidad meramente penalista. Importantes núcleos de jóvenes están irritados y descontentos con el mundo en que viven. Es preciso ver a las juventudes desde una meseta caleidoscópica; hacerlo así nos permite entender los cambios que han operado y los aprendizajes que han impactado en el nivel de las representaciones sociales. Los jóvenes están luchando de manera decidida y desigual; están poniendo por delante sus sueños y aspiraciones, lo hacen desde experiencias, apropiaciones ideológicas y culturales distintas.
La fetichización del mercado como única oferta para la desesperanza está actuando como catapulta hacia la incredulidad y la radicalización. Las juventudes oscilan entre las ofertas de las junglas urbanas y optan por lo que satisfaga lo inmediato. Pocos caminos estimulantes ofrecen un modelo de control que educa para incentivar el "darwinismo social".
La geografía de la exclusión social en México no puede observarse con catalejos, es preciso acercarse a ella y comprenderla. Los tiempos violentos de la guerra contra el narcotráfico tienen atrapadas a las juventudes. La fiebre punitiva arrasa con todo, no hay métodos quirúrgicos, las tiene en medio de dos fuegos: por un lado, la delincuencia organizada los ve como suculentos manjares y, por el otro, la sed punitiva del aparato policiaco los usa para legitimarse.